¿ES USTED POLÍTICO?

Por: Fernando Fortín

La primera reacción a esta pregunta, especialmente para quienes nunca o solo esporádicamente han participado activamente en una campaña política, es de rechazo, acompañado de un rotundo y desdeñoso “no” como respuesta.

En los últimos años ha llamado poderosamente mi atención escuchar y ver a algunos proselitistas, en plena campaña electoral, calificar despectivamente a sus opositores llamándoles “políticos”, y a su audiencia escucharlos con inocente simpatía y hasta con crédula complicidad.

Cada vez está más enquistada la idea, especialmente en las nuevas generaciones, que ser político es una ofensa de la cual no queremos ser víctimas, sin embargo, la verdad es que el ser humano es político por naturaleza, de nacimiento.

Desde diferentes trincheras, los hondureños en particular, estamos constantemente participando en política, ya sea desde las redes sociales, una manifestación de protesta, una cítrica elaborada, con o sin argumentos etc., la diferencia estriba en si somos o no políticos partidistas, tradicionales, y/o de oficio.

Indudablemente que somos beligerantes consuetudinarios, desde un móvil en una red social como dueños valientes de la verdad, listos al debate, aunque pensemos que eso no es ser político.

Ser político es practicar la política desde cualquier escenario, sea remunerado o no, con afiliación partidaria o sin ella.

Si a lo anterior le agregamos que es político todo aquel que aspira a participar de cualquier forma en el gobierno y sus decisiones, eso en verdad también nos convierte en políticos.

Por otra parte, no participar en política es dejar espacios abiertos para que a quienes llamamos políticos, tomen libremente y sin temor todas las decisiones que, como ciudadano, impactan ineludiblemente en el contexto completo de nuestras vidas, en cualquiera que sea nuestro quehacer, intereses o creencias.

La economía, salarios, precios de la canasta, leyes que nos protejan y/o restrinjan, etc. son siempre decisiones políticas, y si a sabiendas de esto, estigmatizamos a los políticos como la antítesis de todas las virtudes y cualidades humanas, pero los que gozan de las características virtuosas son los mismos que se apartan en un acto de aparente decencia, solamente estamos evadiendo adjetivos calificativos.

Llamarse político no necesariamente obedece a serlo de oficio o por aspiraciones electoreras, sino que solo se requiere de su ejercicio y participación desde un estadio privado o público.

Aceptemos que los partidos políticos son una necesidad fundamental en el ejercicio de la democracia de los países, que, además, deben ser de interés general de toda una población. Estos partidos deben ser participativos, con miembros que compartan la misma doctrina, visión de país e intereses comunes, que busquen el desarrollo de la persona humana y que, además, para lograr estos objetivos, se proponga alcanzar el poder de la nación y/o cuotas de esta, para lograr un equilibrio saludable y desde allí tener la capacidad de hacer realidad estos propósitos. Debe quedar claro que son solo los propósitos de bienestar y desarrollo comunitario, y jamás desde ninguna óptica posible el bien personal y de unos pocos.

Es el deber de un partido político, ser la plataforma desde donde se escoge y propone a los mejores hombres y mujeres, capaces de dirigir la nación para lograr la mayor cantidad de simpatizantes traducidos en votos.

El partido político o sus autoridades, en comparsa con los candidatos y dirigentes, también tienen la obligación de proteger y orientar a su electorado sobre los intereses de las grandes mayorías.

Si analizamos y estamos de acuerdo con esta definición de:” organización de los mejores hombres y mujeres agrupados en un conglomerado, que busca el poder o parte de él, con el propósito de proteger a todos los ciudadanos, orientarlos y luchar por el bien común y no particular”, entonces deduzco que es honroso considerarse un político, de lo contrario podría definirme, apenas como un político pasivo, pero político, al fin y al cabo. 

El hecho de que sienta antipatía por algunas acciones de ciertos políticos, no le hace apolítico, eso solamente le convierte en alguien desconfiado de las acciones de algunos pocos o muchos individuos, pero no le desliga de la política como ciencia o como vehículo hacia la democracia. No es congruente querer y esperar democracia sin participación política.

Hay que tener presente y abrazar el dato, que cada vez es más grande la población joven que es apática a temas políticos, con o sin una opinión clara de lo que quiere, aunque sí muy clara de lo que ya no quiere más. Ser político no es “cool”, para esta generación, sino un tema de viejos desprestigiados considerados todos como más de lo mismo, sin conocer en muchos casos, la verdadera diferencia entre pensamiento de izquierda, centro o derecha y sus verdaderas repercusiones.

Para las nuevas generaciones, con todos los calificativos y clasificaciones, el pensamiento político es un tema accesorio que la aleja de los partidos tradicionales, porque sus intereses y referentes son muy diferentes, usualmente son personas con sus mismas aspiraciones y temas en común: tecnología, emprendedurismo, viajes, dinero, libertad y mundo; no tienen nación ni apegos, su nación es el mundo y su apego su generación, su líder es un joven muy parecido a él y sin apegos a nada.

Les resulta mucho más practico señalar el daño colectivo y voltear los ojos al tablet que repararlo y proponer, pues ser propositivo en temas políticos es considerado como una pérdida de tiempo y de nuevo: “anticuado”.

La política es una ciencia de estrategia, de equipo, de movimientos calculados, nada que se resuelva completamente desde una aplicación medida en gigas, pero inmediata y dinámica. Hoy la útil tecnología nos comunica velozmente pero usualmente nos distrae de lo que realmente nos afecta, con los problemas y espectáculos de otro continente en tiempo real, con “jugadores” de primer mundo, que nos alejan del propio.

Esta importante generación  no se apegan a las tradiciones, a los patrimonios, a la familia y mucho menos a cualquier otra atadura menor, viajan livianos con una mochila, unos audífonos, un móvil inteligente, una tablet, un cargador, tarjetas de crédito, espacio en la nube y es todo lo que necesitan para un mundo cibernético confortable y sin complicaciones, igual para uno de 18 años que para uno de 30, sin miedo, porque lo desconocen, más por apatía que por valentía,  porque sienten que no les afecta un mundo del que son parte solamente hasta donde y cuando quieren porque no hay fronteras ni distancias para huir de la realidad  en esta época moderna.

Lo verdaderamente peligroso para le democracia es que cada vez es más grande la masa electoral joven apática al tema  y cada vez más cercana la brecha generacional y de pensamiento entre padre e hijos lo  que terminará extinguiendo los modelos participativos, sin embargo, la particularidad es que cuando deciden participar, no por lo que quieren o esperan sino por lo que rechazan,  lo hacen sin ese miedo irracional que mencioné antes, buscando la conquista pero vulnerables ante casi cualquiera de las distracciones temporales y a un “clic”  del mundo actual, inconsistentes porque son prácticos y no piensan en el futuro sino en el hoy.

Los jóvenes con este perfil quienes deciden en la democracia son casi inconquistables para los partidos con estrategias anticuadas de políticos tradicionales, y rechazan la idea de ser políticos. Sin su participación ¿Quiénes dirigirán el destino de las naciones? ¿serán viejos corruptos, que es precisamente lo que rechazan?

El país necesita que las nuevas generaciones, preparadas, honestas y con sensibilidad social se involucren en política y fortalezcan la democracia.

De allí podría desprenderse la tendencia mundial de grandes líderes y presidentes jóvenes en países de primer mundo o en vías de desarrollo, actualizados, ¡enérgicos que se desprenden del saco y la corbata y que entienden perfectamente a la juventud!

Fernando Fortín, Director Comercial y de Negocios



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