MARCHA HISTÓRICA POR LA PAZ: IGLESIAS RESPONDEN AL CLIMA DE ODIO Y AL FRACASO DEL GOBIERNO

Más de 300,000 hondureños marcharon en 50 ciudades del país convocados por la Iglesia Católica y la Iglesia Evangélica. La movilización, inédita en la historia reciente, fue un mensaje de unidad espiritual pero también de rechazo al discurso de odio y a la inestabilidad que impulsa el oficialismo. 

Miles de hondureños en Tegucigalpa marchan pacíficamente convocados por las iglesias, pidiendo paz, democracia y unidad nacional.

Católicos y evangélicos caminaron juntos en la histórica marcha de oración, una respuesta social al clima de odio y a la crisis política impulsada por el oficialismo.


La imagen fue contundente: miles y miles de hondureños, vestidos de blanco, portando banderas nacionales y Biblias, caminaron juntos pidiendo paz y democracia. La marcha de oración, organizada por la Conferencia Episcopal y la Cofraternidad Evangélica, se desarrolló de manera simultánea en más de 50 ciudades y logró reunir a más de 300,000 personas en todo el país. Lo que a primera vista parecía un acto religioso, en realidad se convirtió en una respuesta social a la crisis política, la violencia y el clima de confrontación que vive Honduras bajo el actual gobierno.

El origen de la convocatoria

La marcha no nació de la nada. Su trasfondo está marcado por la creciente tensión entre las iglesias y el oficialismo. Los ataques desde colectivos de LIBRE contra líderes religiosos, los intentos del gobierno de desacreditar a las iglesias y los mensajes de odio e incitación a la violencia lanzados desde las filas del partido en el poder fueron el detonante que impulsó a las jerarquías católica y evangélica a convocar al pueblo.

A esto se sumó el malestar ciudadano por la crisis en el Consejo Nacional Electoral (CNE), la incertidumbre sobre los comicios de 2025 y el deterioro acelerado de la seguridad y la economía. La marcha fue, en esencia, una expresión de hartazgo ante un gobierno que ha sembrado división en lugar de soluciones.

El clamor del pueblo

En Tegucigalpa, la caminata inició en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) y culminó en el Estadio Nacional, donde se entonó el Himno Nacional, se leyó una proclama y se elevaron oraciones por la paz, la democracia y la unidad del país. En San Pedro Sula y otras ciudades, las multitudes replicaron el gesto con igual solemnidad.

Los organizadores insistieron en mantener la neutralidad política: no se permitió el uso de banderas partidarias ni consignas ideológicas, únicamente la bandera de Honduras y mensajes bíblicos. Sin embargo, la magnitud de la movilización reveló el verdadero trasfondo: fue el pueblo expresando su rechazo al odio promovido desde el poder y clamando por un cambio.

Intentos de boicot

La convocatoria no estuvo exenta de polémica. Desde sectores del oficialismo surgieron intentos de desacreditar y manipular la marcha, incluso denunciando planes de infiltrar colectivos con banderas partidarias para distorsionar el mensaje. Dirigentes de oposición, como Rashid Mejía, denunciaron públicamente la intención del gobierno de “contaminar” la jornada.

Pese a ello, la marcha se mantuvo firme en su carácter ciudadano y espiritual. El hecho de que miles ignoraran las campañas de miedo y se unieran en oración mostró que el gobierno ya no logra controlar el descontento popular.

Un mensaje directo al poder

El impacto político fue inmediato. La imagen de un país entero de rodillas, clamando por paz, contrastó con la incapacidad del gobierno de Xiomara Castro para garantizarla. La movilización dejó en evidencia que la gente ya no confía en el discurso oficial, ni en las instituciones controladas por LIBRE, y que incluso las iglesias se han visto obligadas a asumir el rol de mediadoras frente al vacío de liderazgo nacional.

El pueblo se une cuando el gobierno divide

Más allá del acto religioso, la marcha fue un grito cívico. Católicos y evangélicos, históricamente divididos en sus prácticas y agendas, demostraron que pueden unirse cuando se trata de salvar al país. El hecho sin precedentes de que ambas iglesias caminaran de la mano reflejó el hartazgo con la división y la confrontación promovida desde el poder.

La marcha de oración no fue solo un gesto espiritual: fue una advertencia. Cuando la fe se convierte en el único refugio de un pueblo, es porque la política ha fracasado. Y el mensaje quedó claro: Honduras no quiere odio ni violencia, quiere paz, unidad y democracia real.

 

 

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