IROSHKA ELVIR: LA ESPERANZA LIBERAL QUE ACOMPAÑA AL LIDERAZGO DE NASRALLA


Iroshka Elvir y Salvador Nasralla


Por: Sala de redacción Diario Digital El Pueblo

En un momento decisivo para Honduras, aparece una figura que no es mera compañía política, sino parte esencial del proyecto de renovación liberal: Iroshka Lindaly Elvir, esposa de Salvador Nasralla, diputada activa y símbolo de esperanza para miles de mujeres y jóvenes. Celebrar su aporte, su liderazgo y su compromiso es también reafirmar que el liberalismo es viva memoria, construcción presente y promesa de futuro.

Iroshka nació en Choluteca el 15 de mayo de 1991. Fue modelo, concursó en Miss Honduras, y decidió convertir su imagen pública en responsabilidad cívica. Es licenciada en Finanzas, y desde el 25 de enero de 2022 ocupa escaño como diputada del departamento de Francisco Morazán. En el Congreso nacional ha participado en comisiones clave como Telecomunicaciones, Modernización Institucional, Asuntos Electorales y Anticorrupción.

Una de sus propuestas más resonantes es que el Congreso sea libre del narcotráfico y el crimen organizado, una plataforma que alinea su voz con la del presidenciable Nasralla. En foros recientes ha enfatizado que dicho cambio legislativo es indispensable para recuperar la institucionalidad del país y generar confianza para atraer inversión extranjera que dinamice el empleo juvenil.

Pero su verdadera fortaleza no está solo en los discursos ni en las leyes; está en lo que representa como compañera de vida de Salvador Nasralla y como figura visible del liberalismo que avanza. En un país donde la política suele aislar a la mujer al rol ornamental, Iroshka propone algo distinto: ser una primera dama real, cercana, activa, transformadora.

Muchas ven en ella reflejo propio: mujer joven, con estudios, con visión, comprometida. Jóvenes universitarias, mujeres en el comercio, madres de familia la observan como ejemplo de que no solo son acompañantes del cambio, sino protagonistas del mismo. Cuando Iroshka aparece en giras, actos políticos, entrevistas y debates, hace visible que el liberalismo no es un proyecto de hombres solos, sino un pacto nacional que requiere la fuerza, la creatividad y la sensibilidad de las mujeres.

Y ese rol se proyecta aún más si su esposo conquista la presidencia. Iroshka no podría conformarse con actuar solo como figura decorativa. En declaraciones oportunas ya ha dicho que el cargo de “primera dama” es un título no constitucional, “decorativo”, y que ella conservaría su rol como diputada para defender la agenda legislativa de Nasralla con fuerza política propia.

Esa determinación es coherente con su perfil liberal: no busca ocupar un trono simbólico, sino acompañar con liderazgo, decisión y voz. Así, como parte del gobierno, puede canalizar programas sociales dirigidos a la mujer y la juventud, supervisar políticas de cuidado, promover emprendimiento femenino, capacitación técnica, salud comunitaria y justicia social.

Ella encarna, en muchos sentidos, lo que Morazán soñó para la patria liberal: igualdad de oportunidades, participación ciudadana plena, sensibilidad hacia los más vulnerables. Con Nasralla como cabeza del proyecto nacional y Iroshka como su compañera movilizadora, el liberalismo proyecta una narrativa renovada: unidad con rostro humano, poder compartido, compromiso real.

En este momento histórico, Iroshka aparece no solo como esposa del candidato, sino como opción política con sustancia, símbolo femenino de esperanza y agente de cambio. Su presencia en la campaña no es ornamento: es fuerza política que inspira y convoca. Si Honduras decide apostar por la transformación el 30 de noviembre, será también decisión de respaldar a esa mujer que al lado del próximo presidente defenderá que el poder no es privilegio, sino servicio al pueblo.

Que Iroshka Elvir de Nasralla sea primera dama no es solo un título regio: es promesa de cuidado institucional, justicia social y visibilidad constante para las familias hondureñas. Que su papel no consista únicamente en acompañar al presidente, sino en cuidar al pueblo. Que su voz represente a quienes han sido calladas. Que su acción honre el legado liberal.

Y que cuando ese día llegue —con Nasralla al mando— Iroshka no sea solo nombre, sino presencia viva en cada rincón del país.




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