CUENTA REGRESIVA EN LA CAMPAÑA ELECTORAL
Por: Arístides Mejía Carranza
Ha terminado la precampaña y comienza la
campaña. La fase anterior fue una medición de fuerzas para imponer desde un
grupo minoritario un dictado político a la mayoría. El Partido Libertad y
Refundación intentaba obstruir las elecciones para condicionarlas y tener otras
opciones para mantenerse en el poder. Pero la resistencia tenaz de la oposición
más los señalamientos del gobierno de los Estados Unidos por narcotráfico y las
advertencias contra toda tentativa de asaltar el poder desde el poder han hecho
fracasar este primer intento.
La evolución de la situación del gobierno
venezolano, aliado de Libre, ha creado incertidumbre y temor en el partido de
gobierno. La diferencia abismal en la intención del voto que sitúa a Salvador
Nasralla en el primer lugar y a Rixi Moncada en un lejano tercer lugar ha hecho
el resto. Se ha frenado el ímpetu violento de Libre. Ya no se oyen amenazas de
sus dirigentes y los grupos de choque se han replegado.
El jefe del EMC de las Fuerzas Armadas ha
cambiado su discurso y ahora habla de garantías para las elecciones, dando a
entender que no apoyarán ninguna deriva que impida la alternancia en el Poder. Se
ha aprobado por unanimidad finalmente el TREP y todo indica que las demás
contrataciones se harán en el tiempo previsto. No quiere decir que no pueda
haber nuevas acciones antidemocráticas, pero por ahora no vemos por donde pueda
saltar la liebre.
En estos 80 días se definirá el futuro de
Honduras, al menos por varios años, porque lo que está en disputa no es
solamente un programa, la escogencia entre candidaturas o de partidos, es el
sistema político que prevalecerá lo que está en juego. La contienda a la hora
actual es entre el Partido Liberal que ha tomado la delantera y el Partido
Nacional. Eso explicaría porque Libre ha dejado de querer posicionar al PN como
su contendor, ignorando al PL.
A Libre le conviene la polarización con el PN
porque están en las antípodas ideológicas, lo que ayuda a una caracterización
más clara de los opuestos. También ante los escándalos de corrupción o
narcotráfico que salpican a esta administración, la dirigencia de Libre
inmediatamente recurre a recordar la gestión recién pasada del PN para desviar
la atención.
Con el PL no puede hacer lo mismo, Nasralla es
un hombre con reputación de honesto y una lucha de años contra la corrupción.
Tampoco la alta dirigencia del PL está en problemas por casos corrupción.
El encarcelamiento reciente de figuras del PN
por causas viejas, podría ser la señal de que Libre ha pasado a la ofensiva
para quitar al PN de en medio, ocupar el segundo lugar y cambiar de contendor. Según
especialistas en encuestas, por la escasa diferencia, todavía Libre está en la
posibilidad de alcanzar al PN. Pero Libre arrastra el lastre de una
administración corrupta e inepta que incumplió la mayoría de sus promesas,
desmejoró las condiciones de vida de las clases populares y tras alinearse con
los enemigos de los Estados Unidos con un discurso autoritario ha creado
inquietud en las clases medias y altas.
Su candidata no tiene ningún carisma, sus
gestos, expresión y discurso son amenazantes y se refiere a justificaciones
ideológicas, de defensa de la gestión administrativa o alegatos contra las
imputaciones a la cúpula de Libre. No puede hacer propuestas creíbles porque
co-gobierna. El candidato del PN tiene la reputación de ser trabajador y de
haber hecho obras como alcalde de Tegucigalpa. Pero no se pronuncia sobre lo
que ocurre en el país, no se hace sentir como líder de oposición y tiene el
pesado fardo de las pasadas administraciones nacionalistas.
El candidato del PL es una celebridad nacional
y con imagen de hombre bien intencionado. Las críticas que se le hacen son por
su falta de oficio político, pero justamente eso es lo que gusta a la mayoría. Salvo
que ocurra un acontecimiento mayor, las posiciones en los sondeos cuando faltan
pocos indecisos por definirse, no variarán, solo puede cambiar el tercer lugar
por el segundo. Los indecisos no le ajustan a Rixi para alcanzar a Salvador,
pero sí a Nasry. La suerte está casi echada.
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