EL LIBERALISMO, LA ESPERANZA QUE RENACE

Por: Etny Uyoa


La historia de Honduras está íntimamente ligada al Partido Liberal. No se puede comprender el rumbo de la nación sin evocar la lucha y el legado de quienes, desde el siglo XIX, decidieron abrir senderos de libertad, justicia y progreso. Francisco Morazán, héroe centroamericano y precursor de la libertad en estas tierras, es la raíz que nutre el liberalismo hondureño. Su sueño de una Centroamérica unida, de un Estado laico, de una sociedad educada e igualitaria sigue siendo faro y brújula para millones de hondureños.

Inspirados en Morazán, en 1876 Marco Aurelio Soto y Ramón Rosa llevaron adelante la Reforma Liberal, un parteaguas en la vida nacional. Soto, como presidente, y Rosa, como ideólogo, transformaron un país atrasado en un Estado moderno. La educación se volvió derecho universal, se crearon las escuelas normales para maestros, se estableció la Biblioteca Nacional, hospitales y servicios de correo y telégrafo. Se modernizó la administración pública y se colocaron las bases de la Honduras contemporánea. Fue la primera gran revolución pacífica del liberalismo: transformar la nación con obras concretas, visibles y cercanas al pueblo.

Con el paso de los años, el Partido Liberal de Honduras (PLH), fundado formalmente en 1891 por Policarpo Bonilla, asumió su papel protagónico en la vida política nacional. Once presidentes liberales han guiado al país en distintos periodos, y cada uno de ellos dejó huellas profundas en la historia.

Ramón Villeda Morales (1957-1963) representó la cara social del liberalismo. Fue el presidente que apostó por la salud, la educación y la justicia social. Bajo su mandato se consolidó la reforma agraria, se inauguraron hospitales materno-infantiles, se amplió la infraestructura escolar y se establecieron programas de vivienda social. Villeda Morales convirtió al Estado en aliado del pueblo, y su legado aún palpita en cada rincón del país.

Carlos Roberto Reina (1994-1998) impulsó la llamada “Revolución Moral”, un gobierno que buscó sanear las instituciones, reducir la corrupción y devolver la confianza en la democracia. Fue él quien marcó el fin de la militarización de muchos espacios de la vida nacional, consolidando un Estado más civil y respetuoso de los derechos humanos.

Carlos Flores Facussé (1998-2002) enfrentó una de las peores tragedias de la historia reciente: el huracán Mitch. Su gobierno lideró la reconstrucción de un país devastado, gestionó apoyo internacional y levantó hospitales, carreteras, puentes y viviendas, demostrando la capacidad del liberalismo para sobreponerse a la adversidad y devolver esperanza.

Manuel Zelaya Rosales (2006-2009), electo bajo la bandera liberal, se convirtió en presidente con la promesa de devolver al pueblo hondureño mayor inclusión social. Durante su administración se impulsaron programas de apoyo a los sectores más vulnerables y se dio un rostro humano al Estado. Sin embargo, en 2009 se produjo una sucesión presidencial que llevó a Roberto Micheletti, también liberal, a asumir la jefatura del Estado en un momento de profunda crisis institucional.

La historia reciente también nos recuerda las fracturas y los intentos de borrar el liberalismo. El propio Manuel Zelaya, ahora coordinador del partido LIBRE, ha intentado con odio y resentimiento desaparecer el legado liberal. Pero el liberalismo es más grande que los intentos personales. Ni él ni nadie ha podido extinguir la llama que enciende a millones de hondureños, porque el Partido Liberal es parte del alma de la nación. No lo logró, no lo logrará.

Hoy, en pleno siglo XXI, el Partido Liberal enfrenta un reto mayor: renovarse sin perder su esencia. Lo hace con nuevos liderazgos, como el de Jorge Cálix, que ha asumido el compromiso de fortalecer la unidad partidaria, y con Salvador Nasralla, el candidato presidencial que encarna la esperanza de millones. Esta alianza representa la reconciliación con el pasado y la apertura a un futuro distinto, un liberalismo que vuelve a hablarle de frente al pueblo.

El presente exige claridad: el gobierno oficialista ha quedado en deuda con los hondureños. Prometieron cambio y se convirtieron en más de lo mismo. Hablaron de combatir la corrupción, y la corrupción sigue. Prometieron seguridad, y la inseguridad se ha multiplicado. Prometieron salud, y los hospitales continúan desabastecidos. Prometieron empleo, y la migración sigue expulsando a miles de compatriotas. Prometieron justicia, y lo que hay es impunidad. EL PUEBLO lo dice con firmeza: este gobierno se ha convertido en el reflejo de aquello que prometió destruir, traicionando las esperanzas de quienes confiaron en él.

En contraste, el Partido Liberal no necesita prometer lo que nunca ha cumplido. Tiene historia, tiene obra, tiene legado. Lo que hoy se necesita es recuperar esa visión y adaptarla a los nuevos tiempos. Y eso es lo que Salvador Nasralla ofrece como candidato liberal: devolver la confianza al pueblo, demostrar que la política no tiene por qué ser sinónimo de corrupción o indiferencia.

El liberalismo no es solo un color ni una bandera: es una promesa que vive en cada maestro que lucha en las aulas, en cada campesino que siembra la tierra, en cada madre que sueña con un futuro digno para sus hijos. Es el pacto de un Estado con su pueblo, un pacto que ha sido roto por otros partidos, pero que el Partido Liberal está listo para restaurar.

Hoy más que nunca, Honduras necesita recordar lo que el liberalismo ya le ha dado: salud pública, escuelas, caminos, viviendas, democracia, libertades. Obras y conquistas que ningún otro partido ha podido igualar. Frente a un oficialismo desgastado y sin rumbo, el Partido Liberal se levanta como alternativa real, con la frente en alto y con un proyecto que no nace de la improvisación, sino de la experiencia histórica.

El próximo 30 de noviembre será más que una jornada electoral. Será el día en que los hondureños decidan entre seguir atados a la decepción del oficialismo o recuperar la esperanza con el liberalismo. Será la oportunidad de elegir entre un gobierno que prometió cambio y se convirtió en más de lo mismo, o un Partido Liberal que ya ha demostrado con hechos que sabe construir, transformar y dar resultados.

Desde EL PUEBLO convocamos a los hondureños a no resignarse. A no dejarse llevar por el desencanto ni por las voces que con odio quieren borrar la historia. El liberalismo está vivo, el liberalismo es el camino, y el liberalismo volverá a gobernar para todos. Con Salvador Nasralla como presidente, Honduras recuperará el rumbo, la dignidad y la esperanza.

Porque el rojo, blanco y rojo son los colores de un pueblo que no se rinde. Los colores de una historia que no muere. Los colores de un futuro que volverá a brillar.

 



Etny Uyoa, periodista. Directora del Diario Digital El Pueblo



EL PUEBLO es el espacio oficial de información y comunicación del Partido Liberal de Honduras. Desde aquí compartimos las acciones, propuestas y liderazgos que fortalecen al liberalismo y que representan la esperanza de un país con libertad, justicia y equidad.



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