INSTITUCIONALIDAD VERSUS ASPIRANTES A TIRANOS

 

Por: Abog. Octavio Pineda Espinoza

En un Estado de Derecho y en una república democrática los pilares para su sustentación en el tiempo son: el respeto a la Constitución, a las leyes y la fortaleza de las instituciones creadas para preservar los mismos. Importante que exista en el ciudadano la conciencia de lo primero y ver la efectividad de lo segundo porque de lo contrario, se camina peligrosamente hacia un estado fallido.

Honduras tiene un recorrido complicado desde el retorno a la Democracia con la Constitución de 1982, la que más ha durado en nuestra fracturada historia política, y digo complicado porque a pesar de tener una robusta Carta Magna, de tener instituciones formales y de haber hasta ahora celebrado procesos electorales más o menos limpios y libres, persiste en el líder político vernáculo esa visión caciquesca del poder y de los partidos políticos, a los que algunos ven como parte de su hacienda personal desnaturalizando la función de instituciones de derecho público creadas para canalizar la voluntad popular en la búsqueda del poder, lo que los ha llevado a su debilitamiento constante.

La fortaleza de las democracias modernas está bajo ataque de los autoritarismos en todas las latitudes del mundo, incluso en las más consolidadas. Desde la radical izquierda hasta la radical derecha, hay gobiernos basados en el culto a la personalidad más que en el fortalecimiento institucional y la supremacía de la Ley. Este fenómeno muy común en América Latina en general y en Honduras en particular nos ha llevado a varias crisis institucionales y a ser testigos del desmontaje pieza a pieza del Estado de Derecho, que ha sido la base del desarrollo del Estado de Bienestar en muchas naciones.

La Democracia, imperfecta como es, es el mejor sistema que ha inventado la humanidad para dirimir los conflictos políticos e ideológicos internos de los países, pero por sus propias características irónicamente tiene dentro sus mecanismos, las herramientas que usan los tiranos, los ególatras y los dictadores para ir provocando su propia destrucción. Muchos de los dictadores y asesinos más grandes de la historia accedieron al poder por vías democráticas para luego socavar sus bases, destruir sus instituciones, cooptar los poderes del estado y finalmente gobernar indefinidamente bajo la mascarada de una Democracia frágil o manipulada a su conveniencia para luego instaurar un estado policial al servicio de una persona o de una familia para sécula seculorum.

El primer paso de esos aspirantes a tiranos después de vender un discurso viable entre la sociedad y acceder al poder con voluntad popular lo es, el de destruir el principio de separación de poderes, en donde tales dejan de ser independientes, autónomos, sin relaciones de subordinación para convertirse vía cooptación, en serviles instrumentos del ególatra de turno y subsumir en la figura presidencial, la toma de decisiones trascendentales del órgano legislativo y del poder judicial.

Colocar en los poderes legislativo y judicial figuras afines, adláteres del Presidente, secuaces si se quiere, en el proceso de destrucción de la Democracia o agentes políticos e ideológicos sin autoestima, con poco carácter y sin conocimiento real del tema constitucional, es una estratagema utilizada por todos los dictadores furtivos, que utilizan tales figuras mientras sirven  a sus objetivos y que son desechados después cuando han cumplido la misión o hay que entregar a alguien en alguna negociación oscura o al fallar la partitura para quedarse en el poder y tienen que rendir cuentas ante la institucionalidad recuperada por la ciudadanía, son los tontos útiles, que terminan sirviendo de carne de cañón para el tirano en los momentos difíciles o en su fracaso terminal.

Otro de los pasos para consolidar un poder único totalitario, es el de hacer interpretación perversa de la Constitución de la República y de la legislación existente, olvidando la hermenéutica jurídica, el contexto socio-político de las mismas y el fin teleológico de dichos instrumentos, desvirtuando el llamado espíritu de la Ley, su finalidad última mediante interpretaciones acomodaticias, inverosímiles y casuísticas que violentan todas las reglas de interpretación existentes elaboradas por los juristas, estudiosos de la ley  o establecidas por la práctica constitucional y su jurisprudencia.

La politización sectaria de las instituciones y órganos estatales es un tercer paso de este plan maldito de los aspirantes a dictadores que busca, generar clientelismo político o ideológico, fanatismo inducido y cooptación de la voluntad ciudadana a la que se le agrega una fuerte dosis de noticias falsas (fake news) muy comunes con los medios actuales y masivos de comunicación, debilitamiento del aparato económico y financiero de la nación, persecución política de la oposición desde todos los ángulos posibles de manera tal que, el ciudadano quede desprovisto de cualquier escudo jurídico, político, económico o social y ante la miseria masiva doble su voluntad propia.

Bien dice el dicho que” el tirano está dispuesto a quemar el país para gobernar sobre sus cenizas” y, en ese objetivo malsano quiere a toda costa romper la institucionalidad previamente debilitada, establecer como única salida para la población la que él señala, como hombre o mujer providencial, de ahí, la importancia que la ciudadanía fortalezca, proteja, defienda y cuide a las instituciones públicas y a sus funcionarios bien intencionados, a los que quieren cumplir a cabalidad el principio de legalidad y ceñirse al texto y espíritu de la Ley y, cuando digo la Ley, me refiero a todas las leyes, desde la Ley Fundamental llamada Constitución de la República hasta la más sencilla reglamentación jurídica.

Los últimos 18 años Honduras ha estado sometida a un desmantelamiento sistemático del Estado de Derecho y de su Democracia, lo hizo el Partido Nacional de Honduras con Juan Orlando Hernández y lo ha estado haciendo el Partido Libertad y Refundación con Mel Zelaya, eso está más que claro, la pregunta es para los demócratas y ciudadanos bien nacidos de este país: ¿Se lo vamos a permitir? Recuperemos la institucionalidad este 30 de noviembre y salvemos nuestro Estado de Derecho y la Democracia votando por Salvador Nasralla y el Partido Liberal de Honduras.

Abogado y Notario. Catedrático Universitario. Político Liberal.



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