¿DÓNDE ESTÁ EL DINERO? AUDITORÍA CIUDADANA COMO HERRAMIENTA.


Por: Fernando Fortín M.

Honduras podría ser otro país. Quizás en Noruega, pero sí en Portugal. No en Japón, sino en Estonia. No en Alemania, sino en Corea del Sur. Con los recursos que hemos perdido por la corrupción en las últimas cuatro décadas, podríamos haber construido un país moderno y completo: hospitales eficientes, infraestructura digna, educación de calidad, un sistema público del que pudiéramos estar orgullosos. Pero no todo está perdido: el país aún tiene talento, recursos y, sobre todo, hondureños con ganas de hacer las cosas bien.





Lo que ha fallado no es nuestra capacidad, sino un sistema que desvía, silencia y encubre. Recuperar esa ruta no será fácil, pero es posible si retomamos los principios liberales esenciales: transparencia, límites al poder y participación ciudadana activa. Todo empieza con una pregunta sencilla, pero con una respuesta urgente y necesaria: "¿Dónde está el dinero?".





Según el Consejo Nacional Anticorrupción (CNA), Honduras pierde más de 77.000 millones de lempiras cada año por corrupción, unos 3.000 millones de dólares. Desde 2014, se han presentado más de 170 casos contra más de mil personas, pero solo el 10% ha sido procesado, lo que revela una impunidad cercana al 97%. Sumando desde 1986 y ajustando a la inflación, hablamos de más de 20.000 millones de lempiras, equivalentes a unos 839.000 millones de dólares actuales. Con ese dinero, habríamos podido financiar la educación completa de más de 54 millones de personas, desde preescolar hasta maestría —cinco veces la población del país—. O construir más de 30 hospitales modernos en cada uno de los 18 departamentos, o equipar millones de camas hospitalarias funcionales.

Aunque parezca utopía, exageración o incluso mentira, la realidad asusta. Releamos este párrafo con atención: el cálculo es matemáticamente correcto. Abundan los ejemplos: el desfalco del Instituto Hondureño del Seguro Social, la compra sobrevalorada de hospitales móviles por parte de Invest-H, los contratos opacos de la SEDESOL y el fondo departamental, por el cual nadie en el Congreso ha querido rendir cuentas.



En los gobiernos municipales, muchos alcaldes actúan como caudillos intocables, sin control real y con recursos públicos. Convierten cada lempira en una herramienta electoral. ¿Quién los supervisa? ¿Quién les exige resultados? ¿Quién les recuerda que también manejan el dinero del pueblo?



Muchos hondureños, especialmente entre los jóvenes, recuerdan con cariño los gobiernos de José Simón Azcona (1986-1990), Carlos Roberto Reina (1994-1998) y, desde otra perspectiva política, Ricardo Maduro (2002-2006). Azcona es valorado por su integridad, austeridad, respeto al Estado de derecho y su impulso a la descentralización y la participación ciudadana. Reina encarnaba una visión profundamente liberal: su promesa de una "revolución moral" no era solo un eslogan, sino un serio intento de sanear las instituciones, fortalecer la independencia judicial y promover los derechos humanos. Maduro, aunque nacionalista, era reconocido por su formación técnica y un discurso de estabilidad que lo conectaba con una población cansada de la improvisación. Los tres compartían un factor común: autoridad ética y formación gerencial. Lo más liberal de esos gobiernos no era la bandera, sino su estilo de servicio: con límites, con transparencia, con un propósito cívico. Esa es la política que necesitamos rescatar para reconstruir la institucionalidad.





Gabriela Castellanos, directora ejecutiva del Consejo Nacional Anticorrupción, denunció que «Honduras pierde más de 77 mil millones de lempiras cada año por corrupción» y advierte que la carga no es solo monetaria, sino también democrática, ya que los fondos terminan siendo utilizados con fines electorales. Por su parte, Julieta Castellanos, exrectora de la UNAH, fue categórica al calificar el papel del Tribunal Superior de Cuentas en el escándalo del IHSS como «un fracaso institucional. Ni siquiera hubo una luz naranja».



En palabras del economista liberal Frédéric Bastiat: «Cuando el saqueo se convierte en una forma de vida, los hombres se crean un sistema legal que lo autoriza y un código moral que lo glorifica». Es precisamente ese modelo el que debemos revertir. Por eso, el primer gran paso hacia una verdadera auditoría es elegir bien. No al que más saluda o más sonríe, sino al que está dispuesto a gestionar un país con la seriedad que merece. Porque Honduras no solo debe ser gobernada: también debe ser gestionada, y la gestión coexiste con la auditoría. Existen auditorías institucionales, se publican informes, pero a menudo no generan resultados porque fueron diseñadas para simular control en lugar de imponerlo. Son rituales, no herramientas. Por eso hablamos de auditoría ciudadana, la que no necesita credencial ni escritorio. Se ejerce con el voto de castigo, con desapego partidista cuando un partido traiciona sus principios y con un claro conocimiento de lo que representa cada doctrina.





El liberalismo —no como un acrónimo vacío, sino como doctrina— defiende el Estado limitado, el respeto a la persona, la transparencia y la eficiencia pública. Una auditoría ciudadana puede surgir de una universidad, un grupo profesional o un consejo público. Se revisan presupuestos y contratos, se examinan, documentan y exponen públicamente las anomalías. No solo se descubre una irregularidad; se instaura una cultura de vigilancia, exigencia y participación. Porque el poder observado se comporta de manera diferente. El problema no es la política, sino los políticos que elegimos. La política bien ejecutada transforma. Pero si la abordamos como sinónimo de corrupción, otorgamos el poder a quienes mejor saben explotarlo.







Esta columna no es solo una queja; es una invitación a dejar la pasividad, a alzar la voz, a que los jóvenes no sean escaleras ni estandartes. Que sean auditores permanentes, desde las herramientas que nos permite la tecnología actual, desde sus principios. Sin gritar más de lo necesario, sin romper la paz, pero sin permitir jamás que nos sigan robando.



Aún tenemos tiempo para ser otro país. Y todo empieza por preguntarnos, con claridad, fuerza y ​​esperanza, lo que muchos nos han obligado a olvidar: "¿Dónde está el dinero?".




Fernando Fortín, Director Comercial y de Negocios

EL PUEBLO es el espacio oficial de información y comunicación del Partido Liberal de Honduras. Desde aquí compartimos las acciones, propuestas y liderazgos que fortalecen al liberalismo y que representan la esperanza de un país con libertad, justicia y equidad.


1 Comentarios

  1. Si me la chupas te creo rata tonta mejor dile a la cariñosa de tu madre q la próxima vez tome ácido folico para q no vuelva a parir una basura como vos

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