INDEPENDIENTE
Por: Luz Ernestina Mejía
A días de celebrarse las elecciones generales, una realidad empieza a perfilarse con claridad: los electores independientes, segmento mayoritario, decisivo y silencioso, ya se han inclinado hacia el candidato liberal, Salvador Nasralla y a su propuesta visionaria y viable. No se trata de una adhesión espontánea, sino de una tendencia desarrollada a partir de casi 4 años de desencanto con la ineficiencia gubernamental y el latrocinio, los que han derivado en el desgaste acelerado del oficialismo, esa oligarquía melista, que usufructúa el poder en su provecho personal.
Se ha hecho patente la necesidad sentida de contar con un liderazgo que represente esperanza, cambio y gobernabilidad, el que han identificado en el aspirante presidencial liberal, ya posicionado. Para los votantes independientes, las banderas partidarias resultan irrelevantes ante las propuestas concretas y realizables que exigen. Esa ciudadanía empoderada reconoce el constante discurso anticorrupción del Candidato Nasralla, desde siempre y su compromiso para combatir la impunidad, su determinación legalista frente a la división social engañosa y su convocatoria a la reconstrucción de una nación capturada por luchas insaciables de poder y las crisis institucionales derivadas.
Los independientes son los que históricamente deciden contiendas cerradas y ya han decidido depositar su voto por Salvador Nasralla. Este electorado, que históricamente decide contiendas cerradas, ha inclinado la balanza a favor del liberalismo, y con ese envión, la campaña avanza con pasos firmes, independiente del vaivén de los otros candidatos, hacia un triunfo inminente este 30 de noviembre. Pero no hay que dejarse confundir por la combinación letal de optimismo con complacencia. Las amenazas contra nuestra democracia persisten y se intensifican en estos días preelectorales. Desde la oligarquía melista, enquistada en la administración pública, se observa una tentativa creciente por socavar la transparencia electoral, intimidar instituciones y distorsionar la narrativa pública. La inclinación autoritaria no cede; al contrario, parece afianzarse conforme se acerca el día de asistir a las urnas.
Por eso, aunque el triunfo liberal parezca cercano, estará asegurado hasta el recuento de la última papeleta electoral. La democracia no conlleva mecanismos de supervivencia. No se defiende sola. Nos toca defenderla. De la esperanza tampoco se vive hay que concretarla. La hondureñidad vive un punto de inflexión: la creación de oportunidades para la juventud es impostergable, la generación de empleo paso a ser una obligación moral de gobernantes en la creación de las condiciones indispensables y ya es generalizada la convicción de que la corrupción es repudiable y no es el destino de nuestra Honduras.
El 30 de
noviembre es más que una justa electoral: es un grito ético para rescatar la
República. Sin excusas, todos debemos votar. Que ni amenazas, ni miedos, ¡ni
maniobras ilegales nos roben el porvenir!
Ya no
esperamos más Honduras. La decisión es
del pueblo, mas, por los que se resisten al fanatismo fanatismos y se han
determinado por la reconstrucción democrática. Si, la victoria se construye
votando. Y el futuro, también. ¡Todos a votar y a vigilar!
Luz Ernestina Mejía. Abogada, notaria y columnista
EL PUEBLO es el espacio oficial de información y comunicación del Partido Liberal de Honduras. Desde aquí compartimos las acciones, propuestas y liderazgos que fortalecen al liberalismo y que representan la esperanza de un país con libertad, justicia y equidad.






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